domingo, 6 de marzo de 2016

AMISTAD

Ayer en la tarde estaba leyendo en una banca frente a la pileta de la Plaza Ñuñoa cuando apareció una niña de unos diez años y se sentó a mi lado. Yo la miré de reojo y, a pesar de mi curiosidad, o para disimularla, seguí con la lectura. De pronto puso su mano sobre la página en la que estaba y me quedó mirando con una sonrisa desafiante. Yo le correspondí sonriendo y le dije 'hola'. Ella siguió observándome sin decir nada y, de un segundo a otro, me quitó los ojos de encima y llamó a una anciana que estaba pasando frente a nosotros. Era evidente que no se conocían. La niña hizo un gesto con el que le dio a entender que estaba invitada a sentarse en nuestra banca, lo que convirtió nuestro dúo en un trío de desconocidos vinculados por la voluntad de la pequeña.
La situación era extraña pero reinaba la comodidad. No era necesario hablar, todo se comunicaba en las miradas y en las sonrisas. En eso pasaron unos tres minutos cuando la anciana le preguntó a la niña donde estaba su mamá o su papá, a lo que la niña respondió parándose y corriendo hacia una banca que estaba al otro lado de la pileta. Allí se juntó con una mujer de mediana edad que parecía ser su madre y no volvió más. Se había ido la ideóloga de la situación que estábamos viviendo, lo que representaba todo un desafío para quienes nos quedamos.
Con la señora la cosa no fue tan cómoda como con la niña, sin embargo la complicidad que nos legó la pequeña nos bastó para intercambiar algunas palabras. Comentamos lo curioso de nuestro encuentro y lo lindo que estaba el cielo. No había mucho más que decir. Por lo mismo, decidí volver a mi lectura. El libro que tenía en las manos era 'La Amistosofía y el Arte de la Amistad' de Luis Weinstein. Lo vivido parecía haber emanado de entre sus páginas.

Escrito un 14 de enero.